viernes, 4 de mayo de 2007

Exposición de Manuel Viola



La Galería Blitz inauguró ayer noche una exposición de Manuel Viola que permanecerá hasta finales del mes de Mayo. Es una oportunidad única para ver de cerca la obra de Viola que seguramente los amantes de su pintura no se perderán. Aquí os dejo una crítica excelente sobre el artista y su pintura.
Manuel Viola
“La máquina de retratar lo desconocido”

El título de este breve texto sobre Manuel Viola es el mismo título que lleva uno de sus cuadros, y un ejemplo más de los sugestivos títulos que solía utilizar el maestro zaragozano para dar nombre a sus obras. Inconfundible Viola, ésa era una de sus grandezas, autor de una pintura tan reconocible (el deseo de todo artista para su obra).

Sus cuadros eran pura energía expresada, con una expresión que era un constante toque de libertad, de aviso que podía cautivarnos por lo estético (algo lógico, digamos, tratándose de un artista plástico), pero que además poseía la habilidad de convertir una dicción y una pintura tan personal en un mensaje que se hacía claramente colectivo y representativo. Primitivo y rico, culto y expansivo, su trato personal sin duda era un orgullo sin olvidar que detrás del hombre, el artista en este caso te ponía en contacto con una etapa tan significativa de la historia del arte reciente en España.

Ese grupo “El Paso”, al que él perteneció a partir del año 1958, es hoy un referente magnífico y representa, mirando el tiempo atrás, una etapa tan única, valiente y valiosa (para el arte contemporáneo especialmente) como irrepetible y hasta significativa, sin desmerecer el arte que se exhibe y se percibe en nuestros días. Quizá “El Paso” vino a demostrar la gran relación que puede establecerse entre el arte y la vida.

Vuelvo a Manuel Viola e intuyo que la libertad que se encuentra en prácticamente todos sus cuadros es la opción de la libertad que se manifiesta a través de la fiereza: una libertad que es, sin duda alguna, connotación y mensaje constantes. Bohemia, cultura, emoción, acción y reacción... Y hasta casi una dulce rabia con la que el pintor llenaba cada lienzo con su personal información. Sus obras guardan –siguen haciéndolo- una llamativa coherencia entre ellas mismas. No se trata de un efecto de repetición sino de lucidez, de la insistencia que nace de la visión, de los datos y de la cultura, del conocimiento del pasado y de percibir sobre sus hombros ciertos avisos del futuro, de la libertad plástica, de lo avanzado, con permiso de Goya, y de una modernidad que debería ser reivindicación y llamada continuas.

De Viola no puedo dejar pasar por alto sus conocimientos teóricos (fue cofundador de “Art”, una revista de vanguardia): la cultura que poseía le permitía, precisamente, la ruptura, el salto hacia delante; sus cuadros reflejan una idea mental, un romanticismo muy particular y una cierta genialidad. Cada una de sus obras viene a demostrar, a corroborar, o así me lo parece, la profunda e inquietante potencia que puede llegar a alcanzar el abstracto, lo prometedor que puede resultar el arte que, utilice la mancha que utilice, parte siempre de conceptos auténticos.

Hace algunos años el desaparecido crítico Fernando Ponce destacaba “la estatura creadora y humana” de Manuel Viola; y quienes tuvimos el privilegio de conocerle podemos confirmarlo. Ponce revelaba también algo que igualmente puede constatarse como acertado a la hora de referirse a su pintura: que Viola “buscaba y encontraba” al espectador. Lo buscaba, es cierto; así lo revela esas su tan características ráfagas de color que sin vanidad alguna no desean, sin embargo, dar lugar a la indiferencia.

Su arte, su forma de pintar fue directa, casi invasiva, con esas ráfagas de color hablaban de la desnudez, de una cierta verdad y de un nervioso mensaje al descubierto. El lenguaje abstracto puede ser, para algunos, muy básico, muy elemental o muy simple pero, en realidad, puede ser muy elevado. Y la seguridad de Manuel Viola era puro conocimiento, conocimiento de sí mismo y del mundo exterior. Creo que su violencia fue, sobre todo, interesante y que el reconfortante éxito que llegó a conocer en vida, sirvió no sólo como estímulo y recompensa sino también para reactivar muchas cosas.

Ponce volvía a acertar cuando destacaba que para Viola la plástica se confirmaba como la primera expresión humana: y es curioso el contrasentido cuando muchas veces pensamos que lo plástico es algo que está mucho más cercano a lo elitista o sofisticado que a lo comunicativo. Por eso vale la pena insistir en la profundidad de Viola y de su obra. “Viola –de nuevo las palabras de Fernando Ponce- es una sorpresa de la imaginación”.

Y, sin embargo, esa imaginación se acercaba muy fácilmente a lo real, convirtiendo sus cuadros en máquinas de retratar lo desconocido”. Personalmente me parece un privilegio gestionar hoy parte de su obra, de continuar editando exposiciones antológicas sobre su obra porque su mensaje sigue siendo, sencillamente, apasionante. Su abstracto traía toda la poética a lo visual dejaba una considerable carga en el mensaje.

Porque su pintura se manifiesta apasionante tanto en el fondo como en la forma: cuadros que parecen ser creados de un solo trazo. Sus “formas crepitantes, sus hogueras” de las que hablaba Fernando Ponce, “la descarga de fuertes tensiones espirituales que se esconden en el insondable paisaje humano”. Lo curioso es que dominio del interior, del territorio del inconsciente, su conocimiento y la habilidad de saber expresarlo en el cuadro le convirtió al mismo tiempo en un pintor que pudo presumir de su capacidad para la representatividad de una determinada estética y llenarla de sentido. A lo largo de su vida, y en especial a partir de los años cuarenta Viola participaría en muestras y exposiciones colectivas de Europa y América en la que su obra daba pruebas de representar una idea y una estética colectivas pese a su marcada originalidad o individualidad. Me refiero a exposiciones que acaban pasando a la historia y que el propio paso del tiempo acaba demostrando que se trataban de hitos pictóricos por muchos y diferentes motivos. Su pintura contó desde el principio con un agradecido reconocimiento y, si desde los años cuarenta, es un honor participar en bienales y exponer en Madrid, París, Nueva York, Lima, Quito, Buenos Aires, Mexico, Miami o Houston, entre otras, Viola tuvo el honor de hacerlo.

Su pintura era al mismo tiempo volátil e intensa, cargada y ligera, libre pero rigurosa por su magnífica capacidad de referencia. Y tan sólida y moderna. Sus cuadros ofrecen una actualidad que hoy, veinte años después de su muerte, todavía conmueve porque siguen demostrando ser expresiones auténticas y profundas. Tal vez todo ello quiera decir que Manuel Viola le otorgaba una seria función al arte.

Marga Rosina Iglesias
Periodista. Comentarista de arte

miércoles, 21 de marzo de 2007

Próxima inauguración

El próximo jueves día 29 de Marzo estais invitados a la inauguración de la exposición del escultor Falko Haase. El evento tendrá lugar a las 20h. Esperamos que os guste.



La Galería Blitz abre sus puertas

La Galería Blitz abre sus puertas a los bloggers. Esperamos que os guesten las exposiciones que llevamos a cabo y las informaciones que os iremos dando.